Acualmente en "atrévete a pensar con libertad"

miércoles, febrero 27, 2008

KOSOVO Y LA UNIDAD DE ESPAÑA.



La declaración unilateral de independencia de la provincia serbia de Kosovo, en contra del orden internacional establecido por Naciones Unidas, traerá a medio plazo graves consecuencias para la estabilidad en la zona.

Por un lado, se abren las puertas a un nuevo conflicto civil en Serbia, cuyo gobierno cuenta con el apoyo moral y militar de Rusia, mientras que los EE.UU. y sus satélites apoyan a Kosovo para mantener su hegemonía en la región. Por otro, la Unión Europea, carente de todo peso internacional, ha optado basándose en que dicha independencia no crea ningún precedente, por dejar que cada uno de sus miembros decida si reconoce o no la secesión de Serbia proclamada unilateralmente por su provincia de mayoría albanesa. Abriendo, en contra de su normativa interna, con el reconocimiento a favor de Alemania, Bélgica, Bulgaria, Francia, Italia, Polonia, Reino Unido y Suecia, la caja de Pandora de futuros conflictos similares en su seno. O lo que es lo mismo, la pertenencia a la UE no nos garantiza frenar internacionalmente el intento de secesión de cualquiera de nuestras regiones.

En este asunto, la postura del Gobierno Español ha sido de lo más ambigua, mientras que junto a Chipre, Eslovaquia, Grecia y Rumania, no ha reconocido la independencia de Kosovo, al mismo tiempo, va a contribuir a la fuerza internacional que intervendrá en la zona para facilitar el desarrollo de este nuevo país.

En España durante décadas se ha utilizado la educación, en las comunidades gobernadas por los nacionalistas, para adoctrinar en el odio a España, inventando naciones oprimidas donde solamente hay regiones que han contribuido, siglo tras siglo, a hacer grande nuestra Nación. Por no hablar de la “limpieza étnica” que se ha producido en vascongadas, en la que, mediante la coacción del terrorismo callejero y la falta de libertad que sufren los no nacionalistas, se ha forzado al auto-exilio a más de 250.000 vascos. Con el único fin de alcanzar una mayoría nacionalista que les garantice el sí en un referéndum de autodeterminación, saltándose el principio constitucional de que la soberanía reside en “todo” el pueblo español.

Por todo esto se hace necesaria, e indemorable, una reforma constitucional que blinde la unidad de España. Pero no una reforma como la que pretende el Partido Popular, basada en definir las competencias del estado a partir de las pocas que no se han transferido ya por los distintos gobiernos, directamente o mediante las reformas estatuarias, a los nacionalistas.

La reforma constitucional que necesitamos, y por la que apuesta Alternativa Española (AES), empieza por incluir, como lo hacen otras constituciones, una declaración de salvaguarda de la unidad de España, y por la recuperación por parte del estado de las competencias en materias como las sociosanitarias, educación, seguridad… así como la prohibición de cualquier partido político que tenga entre sus fines la disgregación de España.

Además, desde Alternativa Española (AES) proponemos una serie de medidas, encaminadas a acabar con el cáncer nacionalista y su desproporcionada representación electoral, entre las que se encuentran: el desarrollo orgánico del art. 155 de la Constitución, la reforma de la actual ley electoral para que un tercio de la cámara de representantes sea elegida mediante lista abierta en una única circunscripción nacional, y la promoción de la educación en el amor a la Patria y a sus símbolos desde la Infancia.

Con este tipo de medidas se garantizaría, además de la unidad de España, la igualdad de todos los españoles, en derechos y obligaciones, con independencia de la región en la que residan. Igualdad que recoge, pero no garantiza, nuestra Carta Magna.

jueves, febrero 14, 2008

NUESTRA IZQUIERDA.


Desde que hiciera pública su “Nota ante las elecciones generales de 2008”, la Conferencia Episcopal Española no ha dejado de sufrir, por parte de nuestra izquierda, descalificaciones, insultos, amenazas y, lo que es más grave en democracia, el que se le niegue el derecho a dar orientaciones a los católicos para que puedan votar libremente.

Nuestra izquierda, defensora “a ultranza” de la libertad de expresión de los “otros”, siempre y cuando, lo que digan esos “otros” no ponga en entredicho sus afirmaciones, no ha querido evolucionar democráticamente; mientras que, sin haber cortado aún el cordón umbilical que les une con su pasado totalitario, se presentan como “demócratas de toda la vida” y van repartiendo, por ahí, carnés de demócratas a sus afines.

Una vez más, a nuestra izquierda, le ha salido a flote ese anticlericalismo innato, que les caracteriza y que les ciega hasta el punto de nublarles la razón. Una ceguera, tan estúpida, que les ha impedido ver y aprovechar una irrepetible oportunidad de perjudicar políticamente a los populares.

Si nuestra izquierda, en vez de hacerse como siempre la víctima, se hubiera mostrado indiferente ante unas orientaciones que no condicionan a los no católicos, habría podido dejar en evidencia (y con razón) a un PP que, según dichas orientaciones, tampoco puede ser receptor del voto católico; pues, el Partido Popular, no defiende la familia, al no querer derogar las uniones homosexuales (simplemente cambiarles el nombre) y el divorcio exprés; ni la vida, al no pretender abolir la investigación con embriones humanos y el aborto.

Visto lo visto durante los últimos 30 años, tengo la sensación de que falta mucho tiempo para que nuestra Izquierda se reconvierta a la social democracia. Claro que, en honor a la verdad, se observan algunas mejoras: ya no iluminan las iglesias prendiéndolas, igual que en los años 30, sino que optan por nuevas formas de desamortización como la amenaza de quitarle la financiación. Una financiación que sale, solamente, de los que libremente marcan la casilla de la Iglesia en su declaración de la renta; y que
la Iglesia, devuelve a toda la sociedad, ahorrando al estado más de 30.000 millones de euros con sus obras sociales.