Acualmente en "atrévete a pensar con libertad"

miércoles, mayo 23, 2007

NOSOTRAS PARIMOS, NOSOTRAS ¿DECIDIMOS?

Para empezar quisiera dejar una cosa clara: no reconozco el derecho al aborto. No puedo reconocerlo por tres razones fundamentales; la primera porque considero que la vida humana es un don, don que recibimos y del que tenemos que rendir cuentas; la segunda porque considero que toda vida tiene una dignidad infinita con independencia de sus circunstancias personales; y, la tercera, porque el principal y primer derecho que posee de todo ser humano, sin el que no se puede acceder a los restantes, es el derecho a la propia vida.

Para la mayoría de los defensores de que el aborto es un derecho de la mujer, estos argumentos no son válidos, ya que parten de una visión cristiana, y por tanto trascendente, de la vida; generalmente piensan que llegamos al mundo por un simple azar y no por la decisión de un Ser supremo; y defienden que la dignidad humana depende de la calidad de vida, o de ser querido o no por unos padres. Pero, contra el tercero, realmente no tienen argumentaciones.

Colaborando recientemente en la recogida de firmas para la Iniciativa Legislativa Popular “Red Madre”, cuyo lema es “Tu firma es su vida", me topé con un pro-abortista con el que mantuve un pequeño debate dialéctico sobre el supuesto derecho al aborto. Ante sus reticencias a firmar esta I.L.P, yo mantuve la tesis de que, si era un derecho, la mujer que optase por abortar tendría que hacerlo de un modo totalmente libre, sin ninguna presión, ya que en ese caso pasaría de ser un derecho a ser una obligación. Por lo tanto, aunque el no fuera creyente, por coherencia, tendría que apoyar iniciativas que, como ésta, pretenden dotar a las mujeres de los recursos y alternativas necesarias para que no se vean forzadas a abortar. Este hombre, al verse acorralado por este razonamiento, interrumpió bruscamente la conversación diciéndome que ambos íbamos por caminos distintos.

Si realmente quieren vender el aborto como un derecho, tendrían que estar de acuerdo en ayudar a estas mujeres para que no aborten por problemas económicos; para que no las engañen haciéndoles creer que no tienen otra salida; exigiendo que tengan toda la información sobre como se practica el aborto y como se realiza el asesinato del feto; así como de los efectos secundarios que tiene esta intervención para la mayoría de las que abortan, como el síndrome post-aborto que las deja marcadas psicológicamente para toda la vida, etc.

En realidad, la mayoría de las mujeres que abortan no están practicando una interrupción "voluntaria" del embarazo; y ellas, por desgracia, son las otras víctimas del aborto.